Mientras me dejo llevar horas y horas en la soledad del taller, afloran muchos sentimientos: los vividos, los compartidos, los que pasan dentro de uno, los que pasan al exterior, y todo va haciendo un embrollo de emociones. Y poco a poco, en el taller ya no estoy sola, lo comparten personajes que viven historias, algunas, las mías propias y otras, historias de los que me rodean. Cuando los creo forman parte de mí, de todo aquello que respira mi piel. Mientras se van secando en los estantes, de vez en cuando los voy mirando, es como si ya cogieran un camino propio, lejos y cerca de mí.